Somos malos, somos buenos, pero al final llegamos
donde terminan y empiezan los caminos; a la bifurcación múltiple de las calzadas, de los senderos,
estamos entonces en los encuentros de las rutas y las distancias, en ese punto
vórtice donde lo que empieza mal termina mal, y lo que empieza bien termina con
una muerte en paz. Es ahí entonces la prueba donde se templa el filo del buen
acero cortando de un tajo el espacio exacto donde quepa cada palabra con razón
y significado justo para solucionar de una vez por todas el ciclo de la
incertidumbre que todos llevamos a cuestas; de no saber la verdad desconociendo
la historia, escudándonos en artilugios legales y armisticios para eludir la
justicia terrenal y divina. Todo para llegar ahí, justo ahí, al sitio donde
debemos decidir si perdonamos o no, si hablamos con la verdad o con la mentira,
si elegimos al Salvador o preferimos crucificar a Barrabás, si seguimos adelante o nos quedamos
inclementes a esperar lo que nunca sucederá; contemplando
nada más la ruta hacia delante, la del trabajo mutuo, la de la paz; atrapados
en un dèjávu macabro, odiando a quien
podría ser nuestro amigo, nuestro apoyo, tomando en una copa de cristal en vez
de vino, sangre coagulada y granate, espesa y viscosa, amarga y veteada.
Fragmento de la novela “Ojo de Venado”
ISBN: 978-99961-0-538-8
NOTA DEL AUTOR: La solución es sencilla, las
problemáticas que vivimos muchos pueblos estriban en valores sociales y
humanos, son esos patrones de conducta individuales y colectivos los que nos
impiden ver la luz al final del túnel.
Desde que entendí esto supe que los
problemas de nuestros países no son económicos o políticos, quizá sí lo son, no
lo niego, pero sobre todo se origina en un factor al que llamaría “cultural”.
Desde que asumí esta lógica me di cuenta que el discurso periodístico no es
suficiente para influir a un mejor estadío; entonces, para construir un mejor
legado a las nuevas generaciones decidí ampliar mi discurso, al literario.
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