El Conacaste suspiró, luego un viento mago
llevó una ráfaga recia de aire tibio con olor a quebrada de invierno y aroma a
guachipilín, de repente la escena se iluminó con un haz de luz sublime,
liviano, y de apoco el viento cesó, entonces el árbol habló:
––Sí, en efecto como tú decís mi pertinente
alux, la Madre Señora, la dadora de vida y ama de las montañas, de los ríos,
los océanos y del aire que respiramos, quiere hablar con estos lozanos –los tres jóvenes que estaban frente al árbol,
usando la recién inventada aplicación para hablar con las plantas, y
continuó el conacaste– y en
verdad ella tiene algo que deciros; os repetiré a vuestras mercedes tal cual me
lo está diciendo:
“Este artilugio técnico que esta muchachada ha
ideado es genial y es digno de mi atención; sin embargo, no ha sido la única
vez que hablo con la humanidad en forma directa, lo hice miles de veces a
través de los chamanes, los monjes tibetanos y los marabús que moran en los
troncos huecos de los baobabs del Sahel africano; he hablado a lo largo de la
historia a través del ronco tambor de los volcanes, o del viento susurrando
entre los bosques, o cuando la luna surca la noche y las hechiceras leen las
runas, cuando la mar choca regia contra las rocas en marea alta y llena con su
rocío salado el respirar de los abuelos, o cuando la madre ve por primera vez a
su cría recién nacida y sonríe viendo sus ojos diminutos; en fin, en la mágica
risa infinita de las almas enamoradas al fulgor de un primer beso. Yo, la Madre
Tierra, la que los griegos llamaban Gea y los mayas “La Abuela”, os digo, a la
gente que quiera oír, a las personas que quieran escuchar el ronroneo de la
vida, el soplo divino de la existencia; os digo, que la eternidad y la
prolongación de su especie puede ser infinita y tan longeva como ustedes
quieran, y no al revés tan efímera y corta como en la actualidad enrumban sus
destinos. Son la especie dominante porque así lo he querido, pero también
porque así vuestra raza lucha para serlo. Por lo tanto, veo el amor la bondad y
la misericordia de sus acciones, el respeto a sus muertos y ancestros; pero por
desgracia en los últimos milenios, en especial en estos siglos anteriores han
dejado de escuchar las voces de la sabiduría que siempre obedecieron, y que
ahora no lo hacen por su forma moderna de llevar la vida, porque perdieron el
sentido común y caminaron al sentido individual y egoísta. Sus tecnologías no
son malas pero éstas no deben privar la armonía con la naturaleza, la
tecnología no tiene porqué modificar sus valores espirituales ni su otrora
conducta, esa que respetaban tal religión ancestral, a su Madre Tierra; pero en
esta era la sed insaciable de riquezas los ha llevado a hacer mal uso de los
elementos que para bien les doy, no usen el petróleo y el gas en forma
indiscriminada e irresponsable, bien tienen otras formas de suplir sus
necesidades energéticas las cuales no han querido usar, todo por mantener
engordando su gula de riquezas desmedidas y las ínfulas de poder de unos a
otras personas, creando desigualdad entre países, entre regiones, entre
familias. Trumpiando cuando en verdad
todas las personas son iguales, todos los pueblos son los mismos para mis ojos,
no hay ninguno que sea “el elegido”, como suelen decir, toda la gente es hija
de la Madre Tierra y del padre Corazón del Cielo.
Además quiero que cuiden a las plantas que son
mi primera creación de vida, sin ella los animales y menos ustedes humanos no
existiesen. Deben también cuidar el agua y dejar de ver al líquido vital como
un producto más que puedan vender y comprar, el agua es el mejor de mis
obsequios hacia ustedes, es un recurso, sí, pero más que eso es un elemento que
da vida, y además es de toda la gente, por lo tanto castigaré a quienes
intenten apresarla, a quienes le nieguen el trago de agua a sus semejantes y a
las otras formas de vida, castigaré a quien hace de ella su usufructo, su
riqueza desproporcionada, su asquerosa glotonería y leyes infames que limiten a
cada persona el derecho a usarla.
Fragmento del cuento de ciencia ficción “El
Alux”.
ISBN: 978-99961-2-073-2
NOTA DEL AUTOR: Tres jóvenes de un instituto de educación media
(Florencia, Alberto y Lucio) desarrollan una aplicación que codifica los
impulsos eléctricos de las plantas en lenguaje humano.
El Alux es un duende de la mitología maya quien protege en forma sutil
a nuestros protagonistas, dandoles elementos para que tomen decisiones; acciones que desembocan en un gran movimiento
social que transforma el mundo y lleva a la humanidad a nuevos escenarios de
bienestar.
A lo largo de esta historia los jóvenes hablan con los árboles más
antiguos del planeta, quienes tienen una
conexión directa con la Madre Tierra; a través de ese vínculo ella da un
mensaje de renovación a los desgastados valores humanos, los que conducen al
mundo a un borde peligroso de extinción por el mal uso de los elementos
vitales.
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